Buenas,
un día trataba de explicarle a Belit que una de las cosas que me gusta cuando hago fotografías es pensar en el fotograma como un lienzo para rellenar con colores. algo así como hacen los niños con esos cuadernos donde tienen las líneas con superficies en blanco. Pero sin tener las líneas. Creando esas líneas con los colores. Abstraerse de lo que sale en la foto y quedarse sólo con la contemplación de los colores. Su distribución y sus combinaciones. En ese sentido, esta serie es como una especie de borrachera de color.
Si además vienes de las calles de la pálida y polvorienta Khotan. Con los colores más bien pálidos de las paredes de las casas todavía en la retina y las arenas y las rocas del desierto en el recuerdo, entrar en la zona "textil" del mercado dominical de Khotan rodeado de telas mientras te cruzas con los Uigures, es creer en las mil y una noches.
Eres el observador observado. Mientras la gente te mira como a un bicho raro, tu disparas una y otra vez. Bajas la cámara, sonries y buscas el siguiente encuadre.
Simplemente, necesitas hacer las fotos para convencerte a tí mismo que estás viendo lo que tienes delante y que estás viviendo ese momento. Tenía que ser triste la vida de los viajeros de la antiguedad dejando que sus recuerdos les traicionasen. No es de extrañar que a Marco Polo le acabase traicionando la memoria e incluso la imaginación más de una vez.
A veces, es la propia luz del sol la que ayuda con la "resaca de color". Miras al cielo como pidiendo una dominante más blanca.
Otras, da casi miedo adentrarse por los laberintos enrojecidos. Tus ojos no saben si saborearlo o huir. Tienes como un empacho de fucsia en el diafragma.
A veces el color lo da lo descolorido.
Otras, la sobredosis de color engaña al propio color.
Espero que os haya gustado.
Saludos,
Colegota
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Publicado originalmente en ¡Me faltan carretes!