El volcán Sibayak está considerado como uno de los más fáciles de subir de toda Indonesia. La única parte un poco difícil, o mejor dicho dura, es precisamente la que recorres por una pista de asfalto por donde las motos y los coches de los locales circulan sin problemas y que no entiendo muy bien a qué viene el que vayas andando durante varios kilómetros cuando ellos, que son más, lo hacen en vehículos. Se podría entender para no contaminar demasiado, pero todos o ninguno. El caso es que la carreterita en cuestión tiene unas rampas que ya lo miraré con los datos del GPS en casa, pero son porcentajes realmente salvajes.
Luego, un camino sin marcar que sale de ésta (y que los simpáticos chavales acampados ahí olvidaron indicarme mientras me hacían el tercer grado) y éste discurre en su mayoría ya por escalones de cemento, a veces alternados con selva no apta para”tinggis” (altos) y enseguida estás viendo y oyendo las primeras fumarolas.
Hay un ruido continuo que surge de ellas, además del consiguiente pestazo a azufre. Así que al contrario de muchos locales, he pasado de acercarme más para las fotos. Una vez en casa, subiré algún vídeo donde se pueda escuchar el rumor constante que sale del volcán.
A continuación el cráter, como todo volcán que se precie. Si bien éste tiene sólo media pared. No quiero pensar lo que pasó con la otra media hasta que me aleje unos miles de kilómetros. De ella salen varias fumarolas y el azufre se acumula a su alrededor.
Un oficio típico de las zonas de volcanes, durísimo, es el del recolector de azufre. En otros volcanes de Indonesia se extrae en mayores cantidades, el Sibayak da para menos. Pero la imagen habla por sí misma.
Al principio estaba nublado, pero luego las nubes me fueron propicias e incluso pude ver el Gunung Sinabung, que es más alto y complicado y por tanto menos turístico.
Aquí acaban de empezar las vacaciones escolares y estudiantes de media Sumatra, así como adultos, tanto unos como otros en grandes grupos llenan los sitios turísticos y porque no, también los volcanes.
La anécdota del día ha sido que estaba más tonto que de costumbre y no sólo se me ha olvidado descargar la mochila de cosas innecesarias como el flash y el objetivo de repuesto, sino que ¡se me ha olvidado coger agua! Y una vez que pagas la entrada, que encima está en un bar, ya no hay ni un chiringuito ni nadie que venda. Y para cuando me he dado cuenta ya llevaba unos kilómetros andados, así que menos mal que la excursión era corta. Al menos, en la comida que habían preparado en el hotel, incluía fruta y verduras en un sandwich y eso también tiene agua.
Luego el regreso por otra pista asfaltada que lleva a unas aguas termales, casi se hace interminable porque por aquí las cuestas son más salvajes y mucho más largas que por el lado que he subido. Y menos mal que iba cuesta abajo, pero las piernas acaban agotadas de tantos kilómetros frenándote.
Bueno, para terminar, donde las aguas termales, adivinad qué había en la nevera.
Saludos,
Colegota